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Zärtlichkeit

La mano

La mano Aquella mañana el hombre recibió un paquete en su domicilio. Se lo llevó a su estudio y se dispuso a abrirlo. En el paquete encontró una mano amputada, aún se percibía cierto calor en ella. El hombre la miró detalladamente, siempre fuiste débil -le dijo- y la tiró a la basura sin darle más importancia.

El naufragio les pilló por sorpresa a todos, el barco se dejaba devorar por el profundo azul sin apenas dar tiempo a reaccionar. Dos jóvenes consiguieron hacerse con un bote de salvamento, sin demora lo tiraron al agua y ellos tras él poniéndose a salvo. ¿A salvo de qué? No había nada excepto agua en millas. Se turnaban para remar, 120 minutos cada uno durante 16 horas al día sin rumbo. Bebían el agua marina que depositaban en un recipiente metálico que dejaban al sol para que ésta se evaporase y se adhiriese a un plástico puesto en la boca del recipiente, perdiendo así el agua su sal, pocas gotas al día podían lamer. A los 6 días la hambruna era insoportable, no les quedaban fuerzas para remar, ni esperanza en llegar a tierra, tenían que hacer algo para regatearle más tiempo a la muerte y poder tener alguna posibilidad.
No tenemos comida y yo ya no puedo más, dijo uno de ellos.
- No podemos rendirnos, me niego a morir de esta manera, esta no va a ser mi muerte. –replicó el otro, aún más desesperado.
- ¿Pero que demonios quieres que hagamos? No hay salvación, mira a tu alrededor, ni un puto pez en todos estos días. Moriremos, y cuanto antes mejor.
- ¡No digas eso! ¿Es comida lo que necesitas? ¡Yo se donde conseguir comida para aguantar más tiempo! –gritó la misma hambre.
- ¿Sí?, ¿De donde necio? ¡No tenemos nada!
- ¡Dame tu navaja!
- ¿Para qué?, ¿Qué demonios vas a hacer?
–preguntó con el miedo en sus palabras.
- Damela a no ser que quieras morir y créeme hermanito, no quiero que eso ocurra.
El joven, ya con la navaja en su poder se giró dándole la espalda a su hermano, se levantó la manga de la camisa y comenzó a seccionarse su mano izquierda casi sin emitir sonido alguno desde su garganta debido a la falta de fuerzas y al mareo anestesico.
La mano golpeó el suelo del bote haciendo que el hermano del ahora manco se desmayase ante tal escena. Al despertar, su ahora más que nunca hermano le abrió levemente la boca y le fue dando de comer pequeños pedazos de carne, la suficiente para coger fuerzas y aguantar dos días más hasta desmayarse, primero él, y luego su hermano a causa del derrame de sangre.
Pasó tiempo hasta que el joven caníbal sintió el frío del agua en los pies y unas palmadas en la cara. Habían llegado a una playa y les habían encontrado, estaban salvados. Después de ingerir una ligera comida proporcionada por los que vivían cerca de aquella playa el chaval se acercó a su hermano para agradecerle eternamente lo que había echo.
- Dime hermano, mi salvador, ¿Que puedo hacer para compensarte por lo que has hecho por mí?, ¿Qué puedo hacer para pagar tu pérdida? Pide lo que sea.
- No pienses ahora en eso, quizás, dentro de un tiempo...

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