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Zärtlichkeit

El chico y el manco

El chico y el manco -No tiene sentido seguir juntos, yo ya no siento lo mismo que antes –dijo ella con la mirada seca.
Él no medió palabra, se levantó del banco y se fue a casa. En su habitación desnudó sus ojos de lagrimas y se masturbó recordando la imagen de cada “te quiero”, “te deseo”, de cada “cuidaré siempre de ti”, de todos los “eres lo mejor que me ha pasado nunca” hasta que ya no quedaron lagrimas que derramar.
Pasados unos días decidió salir. Aquí encerrado y llorando no voy a solucionar nada, pensó. Anduvo un día tras otro por la periferia de la ciudad. Allí, bajo una farola que emitía su luz en fotogramas aleatorios se encontró con un hombre elegante, atractivo. El chico sabía de quien se trataba, había oído hablar de él. El hombre sacó su mano del bolsillo haciéndole un gesto al chico, acércate, le dijo con una cálida sonrisa. El joven sin dudarlo se le acercó, sabía que si hablaba con aquel manco todo podría cambiar.
-Yo puedo ayudarte chico.
-¿Ayudarme con qué?
-Ayudarte a olvidarla.
-¿A cambio de qué? –preguntó el chico dibujando la duda en su mirada.
-Tú solo haz lo que te diga y todo irá bien, confía en mí. –contestó el hombre.
Y así fue. El joven disfrutó de los favores de las mejores putas, conoció a aquel músico que tocaba en el antro que frecuentaba y al que admiraba, drogas y dinero nunca le faltaban, por lo tanto, amigos tampoco. Se creía feliz, que coño, era la mierda más feliz del planeta.
Una noche, se encontró al manco esperándole en la puerta de su casa. ¿Qué tal estás? Le preguntó el hombre.
-Estoy mejor que nunca, soy plenamente feliz. –le respondió el chico.
-Entonces ahora te toca cumplir tu parte del trato, ¿no es así?
-Sí, dime que puedo hacer yo para ayudarte.
El hombre metió la mano en el bolsillo de la gabardina y sacó una vieja Mágnum 44 ofreciéndosela al chico.
-¿Quieres que mate a alguien? No hay problema, lo haré, se como hacerlo. –dijo el chaval.
-No es un cualquiera a quien tienes que matar... –respondió el hombre.
-Da igual quien sea, dime quien y no dudaré.
-Verás chico, tienes que volarte la cabeza.
-No puedes hablar en serio. –replicó el chico con el almuerzo de vuelta a la garganta.
-Si no lo haces, todo volverá a ser como era justo antes de nuestra primera conversación.
-No puede ser como antes, ahora tengo amigos, mujeres, dinero, todo lo que necesito y se como mantenerlo -soltó el chico con una sonrisa burlona-, además, ya he olvidado a quien me dejó inyectándome aquel mal que me devoraba.
-No es de día por no ser de noche chico, si dices que la has olvidado es porque aún la tienes en el corazón, sino, no sabrías qué tenías que olvidar.
El chaval ante esas palabras se quedó aterrorizado, el hombre tenía razón. Y sin decir nada se metió en casa, cerró la puerta y se quedó tras ella hasta que vio por la mirilla al hombre marcharse. Subió a su habitación y se hizo un ovillo en la cama mientras dejaba que las palabras de aquel hombre le taladrasen una y otra vez. Pasó un día tras otro y allí se encontraba el chico, masturbándose, con escamas cristalinas en los ojos, maldiciéndose por no haber cumplido el trato que le propuso el hombre de una sola mano.

2 comentarios

PG -

Me encanta.

O2w -

Desde el fondo del agujero aceptas cualquier trato que te ofrezcan sin pararte a pensar, pero es cuestión de tiempo que la letra pequeña te acuchille por la espalda, superado el plazo sólo cabe firmar con rojo las paredes o morir lentamente abrazado a algo muerto y enterrado...
(Sigue dándole a las teclas, estos relatos pintan muy bien, Sid...)